Cuando la tradición es novedad y es una fiesta

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El corso criollo marcó el comienzo de una nueva forma de vivir los Carnavales en Carmen de Areco. Más de 6000 personas vivieron el pasado lunes 24 de febrero como la tradición se convierte en vanguardia y expresión artística. Como las costumbres que parecían olvidadas en el tiempo se transformaron en novedades que no tienen un límite determinado en el futuro.

La calle Sarmiento fue el escenario urbano y natural que representa el mejor retrato de Carmen de Areco, un pueblo que combina la ciudad con el campo, la paz de la naturaleza con la totalidad de los servicios, al joven vestido de gaucho que concurre a la batalla de freestyle.

Con el esfuerzo del municipio, en donde hasta el propio Intendente Iván Villagran, una vez concluidos los festejos, término barriendo las calles para volver a la normalidad, decoraron y acondicionaron una avenida para convertirla en el mejor de los corsódromos para sus vecinos.

La voz del Indio Pampa y de José Quinteros asaltaron la noche carmeña como un rayo, cuando el reloj fijaba las 22,30 con puntualidad gauchesca, comenzando así el desfile de las agrupaciones tradicionalistas. Las monturas, el cuidado de los caballos, el peinado de sus crines, la vestimenta de los jinetes, eran algunos de los tantos aspectos que deslumbraban al público en el trote equino que recorría dos cuadras desde la partida al escenario.

Y el relato oculto de toda obra  de arte que se precie de tal, recordaba a José Hernández y su Martin Fierro, sonando en silencio, en el ambiente como un fantasma, el conocido dicho de “los hermanos sean unidos, esa es la ley primera”. Y entonces, más de 6000 personas de Carmen y alrededores, hermanados en el festejo, fueron los principales artífices de dos noches donde la seguridad fue una constante y la paz y la familia, convivieron plenamente en armonía.

Los carros engalanados para la ocasión, no solo recordaron los antiguos medios de transportes, sino encendieron los anhelos de los enamorados que se miraban cómplices deseando un recorrido por la ciudad, bajo una amistosa luna de verano de una cálida noche. Y el ambiente se llenó de carcajadas y de asombro, cuando los carros alegóricos y los disfrazados recorrían el camino frente a quienes disfrutan el ingenio ajeno, popular, que relata vivencias cotidianas en cada campo.

Y cuando el último carro dejo de desfilar, y el ultimo caballo amaino su trote, y las voces del Indio Pampa y José Quinteros se despedían de los presentes, anunciaron el final del momento que no era el final sino el comienzo, y entonces, a más de 3 metros de altura, el engañoso Rey Momo esperaba ansioso su momento de brillar, de arder, y así, las costumbres y tradiciones del Carnaval que parecían perdidas allá lejos y en el tiempo, se convirtieron en la novedad y el deleite, de un festejo popular cargado de color, música y emociones, del cual se sigue hablando todavía, cuando caminas las pacíficas y naturales calles de Carmen de Areco.

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